Has de ser mi perdición,
tú, hija del caos,
matriz de la destrucción.
Has de ser mi redención,
tú, todos mis pecados,
cura de mi putrefacción.
Tú, ser parido en el dolor,
en las entrañas de mi miseria,
has de acabar con mi inacción,
ave que pica la materia
que corroe mi alma etérea
y deshilacha mi razón.
Has de ser mi universo,
mi luna eclipsante,
mi desgarrado verso
y mi colérica amante.
Has de ser mi otro yo,
mi alma enferma,
mi conciencia agónica.
Y en cada resurrección
vendrás a mi como la muerte:
Me destruirás y reharás,
me cegarás y parirás.
Y, pues, si tengo suerte,
despertaré del profundo
sueño inerte
en el nuevo mundo
que se crea al verte.
viernes, 18 de marzo de 2011
jueves, 17 de marzo de 2011
Hoja seca
¡Cuán leve es la vida!
Es tan fugaz, tan efímera
como un suspiro, suave;
como una hoja que cae,
que se balancea con delicadeza
en el leve roce de la brisa
mientras se aleja cada vez más
de aquel árbol casi inmortal,
sabiendo que ya nunca volverá.
Y tú de repente eres aquella hoja
y te balanceas en la marea de la vida,
yendo para allá y para acá.
¡Ah!, melancólica y solitaria hoja...
vas triste y perdida entre la bruma
sabiendo que ya nunca volverás
a la seguridad de aquel árbol
al que llamabas hogar...
Y te pierdes en el tiempo,
fuiste guiada por el viento.
De repente estás marchita,
y por más que llores ya no serás la misma.
Te encuentras en un lugar desconocido,
y recuerdas aquel árbol y piensas,
piensas lo feliz que eras,
y lo mucho que reías,
lo poco que llorabas...
Recuerdas aquel árbol que te protegía,
donde no te preocupabas...
Ah, hoja aventurera...
¿Por qué te marchaste?
Ahora ya te perdiste en la pradera
Y en el tiempo, y en la edad,
te marchitaste...
Ahora sólo queda la esperanza,
como fiel y única compañera,
de que aquel vals del viento, aquella danza
termine pronto con lo que te desespera:
El cruento sol ha acaba con tu alma,
agrietada y dolorida, hoja seca.
Ya has de volver a la ceniza,
al polvo que se va con la briza,
que se pierde en la bruma,
—con el oleaje de la luna—
que termina en las raíces de aquel árbol,
aferrado a cada fibra, a cada pieza
que compone su ramaje y su corteza.
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