Hunde tu puñal en mi pecho.
Hazlo con fuerza, sin piedad.
Quiero saber si soy inmortal,
o si acaso haré de la muerte mi lecho.
Que la asfixiante verdad fluya.
Atragantada por tu lengua, ya no huyas
del eterno instante de agonía;
sin vivir y sin morir en un interminable día.
Hastiado de tu presencia,
maldigo el acto de amarte
a ti, cordura y demencia;
orgasmo misantrópico e inexorable.
No sé si pueda sentir.
Ábreme el pecho, hurga en la herida
y si en mí encuentras esperanzas con vida
destrúyelas, no las dejes ahí.
Agriétame las venas, musa desterrada.
Morir es más ameno
con mi sangre que derramas
o en mi saliva es tu veneno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario